Se dijo a sí mismo que en el momento apropiado descorcharía aquel vino
de tan extraordinaria añada. Los días y las semanas y los meses y los
años pasaron. Hubo varios nacimientos, alguna boda, muchas celebraciones. Hubo también varios entierros, antes de que finalmente el
siguiente fuera el suyo. Su único hijo heredó, entre otras cosas menores,
aquella magnífica botella. Y mientras pensaba en lo efímero de la vida,
el joven guardó en un armario, bajo llave, aquel precioso legado de su
padre, aquel gran reserva que sin duda descorcharía en el momento
apropiado.
Israel Rodríguez.
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