La niña, entre sollozos, a duras penas conseguía explicarse:
-¿Qué pasa?
-La... La muñe... ca... Vo... ló...
-¿Cómo que voló? ¿La tiraste por la ventana? ¿Cayó a la carretera?
-Saltó.... Voló...
-Te lo dije, "no la saques por la ventanilla", te lo dije...
-Pero tenemos que ir a buscarlaaaa... Mamiiiii, por favor...
-No, no vamos a dar la vuelta. Haber tenido más cuidado, ya te lo advertí.
-Mi muñecaaaaaaaaaaaaa...
La
niña continuó llorando, desconsolada. Mientras, dos kilómetros más
atrás, la muñeca se incorporó con dificultad, todavía atontada por el
golpe, pero sorprendida por su propia audacia. Entonces sonrió y echó a
andar, resuelta, triunfante, dispuesta a emprender la nueva vida de
aventuras que siempre había soñado.
Israel Rodríguez
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